El Ingreso se desarrolla en ritmo lento por un camino entre viñedos, que da tiempo para descubrirla a la distancia, en medio de pastizales amarillos, recostada solitaria al pie de la imponente cordillera. Al llegar al frente se perciben las texturas de los muros macizos que cierran las vistas y de la puerta de maderas rústicas que, al abrirse, despliega la imponente vista de los Andes.